No es simplemente una responsabilidad, es más que echarle de comer y sacarle a pasear. Es quien te da la bienvenida cuando llegas a casa, quien no se separa de ti y sabe cuando estás bien y cuando estas mal. Es tu perro.
El papel de este amigo peludo ha ido adquiriendo importancia en las familias españolas. “Yo tengo cinco perros y uno de ellos es el mío. Los demás son de mis hermanas y otro era de mi padre. Pero el mío para mí es como si fuera mi hijo. Suena un poco fuerte pero para mí es así. Mi perro Marley ha ocupado un puesto muy importante en la familia, al igual que los otros cinco”, afirma Eder Garaeta, dueña de un golden retriever.
“Uno de los perros de nuestra casa se llama Cross, aunque más que un perro es el marqués de la casa. Le llamamos así porque es el único que come chuletones, jamón serrano… Es el único que duerme en un sofá”, manifiesta Eder Garaeta.
En caso de divorcio: ¿Quién se queda con el perro?
Aunque pueda parecer exagerado, este querer a un perro casi como un hijo se da muy a menudo y se manifiesta de forma muy clara en las disputas por la mascota en caso de divorcio. A día de hoy no existen unas directrices fijas para la toma de esta decisión, pero se suelen tener en cuenta tres cosas: quién se queda en el domicilio conyugal, a nombre de quién está el animal y quién tiene más tiempo para cuidarlo.
Francisco Márquez, abogado de Uriarte Asociados, ha llevado algún caso en el que se disputa la custodia de la mascota, aunque considera que estas situaciones solo deberían estar regladas por el código civil. “El derecho de familia no está para regular la vida de un perro. El tema de los animales domésticos ya esta regulado en el código civil. Creo que es ilógico tratar la custodia de un perro en esta rama del derecho jurídico”, apunta el letrado
“El derecho de familia no está para regular la vida de un perro”, declara Francisco Márquez
“Nosotros no nos hemos divorciado, nos hemos separado. La perra me la he quedado yo porque soy la que se ha quedado viviendo en la casa que teníamos los dos. Aunque a mi ex pareja le dio mucha pena, creímos que era lo mejor. Lola también tiene sentimientos, consideramos que la falta de uno de sus amos y alejarla de su entorno podía llegar a ser muy duro para ella”, expone María del Carmen, propietaria de una bulldog francés.
Márquez explica que en los casos que ha llevado siempre se ha llegado a un acuerdo amistoso sin tener que recurrir a las medidas que imponga el juez, y que normalmente se acaba optando por un derecho de tenencia o un régimen de visitas, aunque este último suele ser algo excepcional.
Animales y transporte público
Poco a poco las sociedades se van adaptando a la presencia de las mascotas. Un ejemplo es Barcelona que ya en 2004 se proclamó Ciudad Amiga de los Animales, prohibiendo, entre otras cosas, la exhibición de animales y en circos y la captura de aves. Una vez más esta capital española da un paso hacia delante y el verano de 2014 permitirá la entrada de perros en el metro. Solo podrán hacerlo llevando bozal, una correa no extensible y fuera de las horas punta.
“Entiendo que hay gente a quien no le gustan los perros, que odian el olor a perro mojado, pero bueno también hay gente en el metro que huele peor y por esto no se les echa”, apunta Eder Garaeta.
“El evitar que un perro acceda al metro en hora punta me parece absurdo. El animal necesita acostumbrarse como necesitamos todos, porque el agobio del metro también lo sufro yo. Habrá que enseñarles a ser pacientes cuando haya que esperar en un andén y no extrapolarles nuestra propia conducta”, argumenta Guillermo Perna, veterinario de la clínica La Pedriza.
Aumento de visitas al veterinario
La evolución del papel del animal no solo afecta a las ciudades, la medicina veterinaria también se ha beneficiado de ella. “Han cambiado los dueños de los perros, con todo lo que ello conlleva. Se ha mejorado tanto en la relación del perro con su familia, como la relación de este con el servicio profesional. Esta nueva relación mascota y veterinario ha permitido avanzar en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades”, afirma Guillermo Perna.
Por otro lado la presencia de este tipo de compañía también es muy beneficiosa para el humano. “A los niños les incentiva en el respeto por los animales. Permite también convivir con la enfermedad de un ser querido y saber que no va a vivir mucho tiempo porque, aunque todo vaya muy bien, no va a vivir más de catorce o quince años. Esto puede ayudar, desde una etapa juvenil, a asumir la muerte”, explica el veterinario.
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